viernes, 23 de mayo de 2025

Teoría del Cambio, Prospectiva y Memoria Histórica

 “Quien controla el pasado, controla el futuro; quien controla el presente, controla el pasado”

George Orwell, en ”1984”.


Teniendo en cuenta los profundos vínculos que tiene la Teoría de Cambio (TdC) con la prospectiva estratégica, especialmente aquella perspectiva desarrollada desde la Escuela Prospectiva Francesa, donde el protagonismo comunitario ocupa una posición estelar, podemos afirmar también que, así como la TdC sustenta en el enfoque prospectivo su visualización de futuro sobre la base de construcción de escenarios posibles y deseados por los actores clave de la intervención, de la misma forma respalda dicha construcción de futuros en la memoria histórica de dichos actores, memoria colectiva tomada como lectura propia de la realidad pasada, a partir de la cual se construye también su presente.

Cuando hablamos de memoria histórica en TdC en contextos complejos no sólo nos referimos a los habituales antecedentes estadísticos, series lineales de tiempo e información general de contexto pasado referencial desde la cual se realizan proyecciones y definiciones de tendencias. Por el contrario, estamos haciendo alusión a un constructo social activo, influyente directamente en el presente a través de sus consecuencias y externalidades, formado a partir de las propias experiencias anteriores, idiosincrasia, historias personales y comunitarias del colectivo protagonista y gestor de la intervención. En este sentido, al igual que en la prospectiva estratégica la voluntad de los actores es considerada un motor fundamental de la intervención a futuro, en el caso de la memoria histórica será radicalmente esencial la perspectiva o el paradigma colectivo (que incluye las claves de lectura) desde el cual dichos actores (y/o sus antecesores) reconstruyeron su pasado para identificar y dinamizar su presente.

Entre las principales contribuciones de la memoria histórica a la TdC podrían identificarse las lecciones aprendidas del pasado y sus consecuentes buenas prácticas, las trayectorias históricas y transformaciones sociales, las narrativas de futuro, así como el fortalecimiento de la identidad y la cultura. De esta manera, la memoria histórica juega un rol esencial proporcionando un sólido y validado marco de referencia para comprender el contexto, las dinámicas sociales y los factores estructurales que influyen en los procesos de transformación, estableciendo una relación dialéctica permanente entre pasado, presente y futuro.

La mirada hacia el futuro implica un previo vistazo en retrospectiva y una imprescindible toma de conciencia del presente y sus efectos. No se puede construir futuro sin tomar en cuenta el presente como punto de partida, consecuencia directa del pasado procesado y reconstruido. En dicho proceso de reconstrucción, la capitalización de experiencias constituye el principal bagaje de esta memoria histórica, de esta relectura de lo vivido.

Ante este proceso, cabe preguntarse si acaso la historia debe ser vista como tradicionalmente se hace, considerándola un componente inanimado y extinto, objetivo e imparcial, congelado en el tiempo, desde el cual se pueden extraer diversos aprendizajes anecdóticos, como quien realiza una excavación arqueológica, para luego volverla a enterar o preservarla en un museo, o, por el contrario, es imprescindible cambiar de enfoque de lectura.

En base a la experiencia, podemos deducir que cada vez, de manera más evidente, se hace impostergable una mirada crítica del pasado, una renovada reconstrucción reparadora y una clarificación de las perspectivas desde las cuales se construyeron (e impusieron en muchos casos) todos aquellos discursos que hasta el día de hoy se consideran inamovibles.